sábado, 23 de agosto de 2008

El perro que sigue su cola

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Claudia López

Así es nuestra rutina política, como la de un perro que permanece en el círculo inmutable de perseguir su cola y morder a los demás. No salimos de los mismos temas, de las mismas distracciones y de las mismas mentiras. Las nuevas noticias son refritos y seguimientos de lo que se sabe desde el principio.

La "nueva" noticia de la 'Operación Jaque' no es el uso del emblema de la Cruz Roja, sino la confirmación de que el Presidente, el Ministro y los mandos militares habían hecho, como de costumbre, una cadena de mentiras que fueron quedando en evidencia. Primero negaron haber usado el logo de la Cruz Roja.
Cuando los medios de comunicación pusieron en evidencia esa mentira, se inventaron otra. Que había sido la acción de un soldado fruto del nerviosismo. Cuando esa mentira también quedó en evidencia se inventaron otra. Que ni el comando de las fuerzas militares, ni el Ministro, ni el Presidente conocían el video y los detalles de la operación, que ellos reconocieron haber planeado y ejecutado al detalle el día de la celebración y niegan conocer el día de las evidencias.

Para tapar esa cadena de mentiras, salieron con una propuesta inverosímil. Que quitarán el reconocimiento y juzgarán por traición a la patria a los militares que, cumpliendo órdenes, arriesgaron su vida para rescatar a los secuestrados y luego filtraron un video de cómo lo hicieron. La filtración puede ser indebida, pero estoy segura de que lo que le parece realmente indebido y traición a sus jefes es que deje en evidencia sus mentiras. En este caso, el perro no sólo se muerde la cola sino que, además, muerde a los propios.
La otra "nueva" noticia es que el Presidente persiste en usar su capital político para proteger a los 'parapolíticos' y legitimar su permanencia a su lado y en el poder. Esta vez lo hace proponiéndole al Congreso más judicializado en la historia del país que se encargue de reformar a sus jueces y, de paso, a toda la rama judicial. Y les enseña el camino. Primero, quitarle a la Corte Suprema de Justicia la facultad de juzgar congresistas. Segundo, ratificar la cooptación uribista de las Cortes, principalmente la Corte Constitucional y el Consejo Superior de la Judicatura, dándoles la facultad a las mayorías uribistas impuestas en esas Cortes de designar en adelante a sus miembros. Y tercero, crear una doble instancia para congresistas que los proteja más en futuras investigaciones judiciales y de carambola tumbe los procesos de 'parapolítica' en curso. Como si el problema fuera la falta de garantías de los congresistas y no el abuso de todas las que han tenido.

Esa ruta en la justicia la complementa con una propuesta de reforma política, que asegura que en los dos mandatos del presidente Uribe no se afecte la estructura de poder 'parapolítico' y pueda seguir gobernando. Cuando vuelve a quedar en evidencia que la mayoría de congresistas uribistas no pueden votar las reformas, especialmente la de la Justicia, por estar inhabilitados ética, política y legalmente, el Presidente les propone una fórmula para hacerles trampa a los impedimentos y sacar adelante la reforma, mientras fustiga a los opositores. El tradicional estilo de ladrarles a los demás, mientras el perro se limpia la cola.
Un mínimo ético y de sentido común evidencia que este Congreso no tiene legitimidad para abordar reformas estructurales, mucho menos una reforma judicial. La única salida que tiene es aprobar normas políticas y electorales de sanción y enmienda que le den algo de oxígeno para sobrevivir hasta el 2010. Cuando el Congreso quiso hacerlo en la legislatura pasada, el Presidente se opuso, hundió la 'silla vacía' y la reforma política.

El único chance del Congreso es dejar de hacer de perrito faldero y cuidar su propia supervivencia, dando muestras serias de autosanción y regulación, que limiten la posibilidad de que mafias y grupos armados sigan cooptando la representación política del país. Hasta que eso no ocurra, el perro seguirá persiguiéndose la cola y mordiendo a los demás, mientras el Presidente pasa por derecha lo único que de verdad le importa: su segunda reelección.

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lunes, 2 de junio de 2008

Homenaje a Manuel Marulanda

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Homenaje a Manuel Marulanda

Traducido para Cubadebate, Rebelión y Tlaxcala por Manuel Talens.
Dibujo de José Mercader.


Marulanda visto por José MercaderPedro Antonio Marín Marín, más conocido como Manuel Marulanda Vélez y "Tirofijo", era el líder máximo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Fue, sin duda alguna, el campesino revolucionario más grande de la historia del continente americano. Durante sesenta años organizó movimientos campesinos y comunidades rurales y, cuando todas las vías democráticas legales se le cerraron de forma brutal, creó el ejército guerrillero más poderoso de América Latina y las milicias clandestinas que lo sustentaban. En su época de mayor apogeo, entre 1999 y 2005, las FARC contaban con casi 20.000 combatientes, varios cientos de miles de campesinos activistas y cientos de unidades de milicias comunales y urbanas. Incluso hoy, a pesar del desplazamiento forzoso de tres millones de campesinos como resultado de las políticas de tierra quemada y las masacres del gobierno, las FARC tienen entre 10.000 y 15.000 guerrilleros en sus numerosos frentes distribuidos por todo el país.
Lo que hace tan importantes los logros de Marulanda son sus habilidades organizativas, su agudeza estratégica y sus intransigentes posiciones programáticas, basadas en el apoyo a las exigencias populares. Más que cualquier otro líder guerrillero, Marulanda, tenía una compenetración sin par con los pobres de las zonas campesinas, los sin tierra, los cultivadores indigentes y los refugiados rurales durante tres generaciones.
Tras empezar en 1964 con dos docenas de campesinos que habían huido de pueblos devastados por una ofensiva militar dirigida por USA, Marulanda construyó metódicamente un ejército guerrillero revolucionario sin contribuciones económicas o materiales extranjeras. Más que cualquier otro líder guerrillero, Marulanda fue un gran maestro político rural. Las extraordinarias dotes organizativas de Marulanda se fueron refinando a través de su íntima vinculación con el campesinado. Como había crecido en una familia de campesinos pobres, vivió entre ellos cultivando y organizándolos: hablaba su mismo lenguaje, se ocupaba de sus necesidades diarias más básicas y de sus esperanzas de futuro. De manera conceptual, pero también a través de la experiencia cotidiana, Marulanda realizó una serie de operaciones políticas y militares estratégicas basadas en su brillante conocimiento del terreno geográfico y humano. Desde 1964 hasta su muerte, Marulanda derrotó o eludió al menos siete importantes ofensivas militares financiadas con más de siete mil millones de dólares de ayuda militar usamericana, que incluía miles de "boinas verdes", cuerpos especiales, mercenarios, más de 250.000 militares colombianos y 35.000 paramilitares integrados en escuadrones de la muerte.
A diferencia de Cuba o Nicarangua, Marulanda construyó una base masiva organizada y entrenó una dirigencia en gran parte rural; declaró abiertamente su programa socialista y nunca recibió apoyo político o material de los denominados "capitalistas progresistas". A diferencia de los corruptos y codiciosos gánsteres de Batista y Somoza, que saqueaban y se retiraban bajo presión, el ejército de Colombia era un formidable aparato represor, altamente entrenado y disciplinado, reforzado además por homicidas escuadrones de la muerte. A diferencia de otros muchos famosos guerrilleros "de afiche", Marulanda fue un auténtico desconocido entre los elegantes editores izquierdistas de Londres, los nostálgicos sesentaiochistas parisinos y los socialistas eruditos de Nueva York. Marulanda pasó su tiempo exclusivamente en la "Colombia profunda"; prefería conversar y enseñar a los campesinos y enterarse de sus quejas a conceder entrevistas a periodistas occidentales ávidos de aventura. En lugar de escribir manifiestos grandilocuentes y adoptar poses fotogénicas prefería la pedagogía popular de los desheredados, estable y poco romántica pero sumamente eficaz. Marulanda viajó desde valles prácticamente inaccesibles a cordilleras, desde selvas a llanuras, siempre organizando, luchando... reclutando y entrenando a nuevos líderes. Evitó presentarse en los "foros de debate del mundo" o seguir la ruta de los turistas izquierdistas internacionales. Nunca visitó una capital extranjera y cuentan que jamás puso los pies en Bogotá, la capital de la nación. Pero tenía un amplio y profundo conocimiento de las exigencias de los afrocolombianos costeños; de los indiocolombianos de las montañas y la selva; de las ansias de tierra de millones de campesinos desplazados; de los nombres y direcciones de los terratenientes maltratadores que brutalizaban y violaban a los campesinos y a sus familiares.
Durante las décadas de los sesenta, los setenta y los ochenta, numerosos movimientos guerrilleros se levantaron en armas, lucharon con mayor o menor capacidad y, luego, desaparecieron asesinados, derrotados (algunos incluso se convirtieron en colaboradores) o se integraron en los partos y repartos electorales. Poco numerosos, luchaban en nombre de inexistentes "ejércitos populares"; la mayoría eran intelectuales, más familiarizados con los discursos europeos que con la microhistoria, la cultura popular y las leyendas de los pueblos a los que trataban de organizar. Fueron aislados, rodeados y arrasados; dejaron quizá una herencia bien publicitada de sacrificio ejemplar, pero no cambiaron nada sobre el terreno.
Por el contrario, Marulanda encajó los mejores golpes de los presidentes contrainsurgentes de Washington y Bogotá y se los devolvió al cien por cien. Por cada pueblo arrasado, Marulanda reclutó a docenas de campesinos luchadores, enfurecidos y desamparados, y los entrenó con suma paciencia para que fuesen cuadros y comandantes. Más que cualquier ejército guerrillero, las FARC llegaron a ser un ejército de todo el pueblo: un tercio de los comandantes eran mujeres, más del setenta por ciento eran campesinos, si bien se les asociaron intelectuales y profesionales, que fueron entrenados por cuadros del movimiento. Marulanda fue un hombre venerado por su estilo de vida excepcionalmente sencillo: compartió la lluvia torrencial bajo cubiertas de plástico. Millones de campesinos lo respetaban profundamente, pero nunca practicó el culto a la personalidad: era demasiado irreverente y modesto, prefería delegar las tareas importantes a una dirigencia colectiva, con mucha autonomía regional y flexibilidad táctica. Aceptó un amplio abanico de opiniones sobre tácticas, incluso si discrepaba profundamente de ellas. A principios de los ochenta, muchos cuadros y líderes decidieron probar la vía electoral, firmaron un "acuerdo de paz" con el presidente colombiano, crearon un partido –la Unión Patriótica– e hicieron elegir a numerosos alcaldes y diputados. Incluso obtuvieron cuantiosos votos en las elecciones presidenciales. Marulanda no se opuso públicamente al acuerdo, pero no abandonó las armas ni "bajó desde las montañas a la ciudad". Mucho más lúcido que los profesionales y los sindicalistas que se postulaban en las elecciones, Marulanda comprendía al carácter extremadamente autoritario y brutal de la oligarquía y sus políticos. Sabía que los gobernantes de Colombia no aceptarían nunca una reforma agraria justa sólo porque unos "pocos campesinos analfabetos los derrotasen en las urnas". En 1987, más de 5.000 miembros de la Unión Patriótica habían sido asesinados por los escuadrones de la muerte de la oligarquía, entre ellos tres candidatos a la presidencia, una docena de congresistas y mujeres y alcaldes y concejales. Los supervivientes huyeron a la selva y se reincorporaron a la lucha armada o se marcharon al exilio.
Marulanda era un maestro a la hora de romper los cercos y evitar las campañas de aniquilación, sobre todo las que diseñaron los mejores y más brillantes estrategas del centro de contrainsurgencia de los Cuerpos Especiales del US Fort Bragg y de la Escuela de las Américas. A finales de los noventa, las FARC habían ampliado su control a más de la mitad del país y bloqueaban autopistas y atacaban bases militares situadas a sólo 65 kilómetros de la capital. Muy debilitado, el entonces presidente Pastrana terminó por aceptar negociaciones serias de paz, en las que las FARC exigieron una zona desmilitarizada y un programa que incluía cambios estructurales básicos en el Estado, la economía y la sociedad.
A diferencia de las guerrillas centroamericanas, que cambiaron las armas por cargos electorales, antes de deponer las suyas Marulanda insistió en la redistribución de la tierra, en el desmantelamiento de los escuadrones de la muerte y en la destitución de los generales colombianos implicados en las masacres, en una economía mixta basada en buena medida en la nacionalización de los sectores económicos estratégicos y en la financiación a gran escala de los campesinos para el desarrollo de cosechas alternativas a la coca.
En Washington, el presidente Clinton asistía histérico a aquel espectáculo y se opuso a las negociaciones de paz, en especial al programa de reformas, así como a los debates públicos abiertos y a los foros de debate organizados por las FARC en la zona desmilitarizada, a los que asistía numerosa la sociedad civil colombiana. La aceptación por parte de Marulanda del debate democrático, la desmilitarización y los cambios estructurales desenmascara la mentira de los socialdemócratas occidentales y latinoamericanos y de los universitarios de centroizquierda, que lo acusaron de "militarista". Washington trató de repetir el proceso de paz centroamericano engatusando a los jefes de FARC con la promesa de cargos electorales y privilegios a cambio de que vendiesen a los campesinos y a los colombianos pobres. Al mismo tiempo Clinton, con el apoyo de los dos partidos del Congreso, hizo aprobar un proyecto de ley de apropiación de dos mil millones de dólares para financiar el mayor y más sangriento programa de contrainsurgencia desde la guerra de Indochina, denominado "Plan Colombia". El presidente Pastrana dio por terminado de forma abrupta el proceso de paz y envió soldados a la zona desmilitarizada para que capturasen a la cúpula de las FARC, pero cuando éstos llegaron, Marulanda y sus compañeros ya se habían ido de allí.
Desde el 2002 hasta ahora, las FARC han alternado los ataques ofensivos y las retiradas defensivas, en especial desde finales de 2006. Con una financiación sin precedentes y un apoyo tecnológico ultramoderno de USA, el nuevo presidente Álvaro Uribe –socio de narcotraficantes y organizador de escuadrones de la muerte– adoptó una política de tierra quemada para ensañarse con el campo colombiano. Entre su elección en 2002 y su reelección en 2006, más de 15.000 campesinos, sindicalistas, trabajadores de derechos humanos, periodistas y otros críticos fueron asesinados. Regiones enteras del campo fueron vaciadas: de la misma manera que en la Operación Phoenix usamericana en Vietnam, se contaminó la tierra de cultivo con herbicidas tóxicos. Más de 250.000 soldados y sus compinches paramilitares de los escuadrones de la muerte diezmaron amplias zonas del campo colombiano controladas por las FARC. Helicópteros proporcionados por Washington bombardearon la selva en misiones de búsqueda y destrucción (que no tenían nada que ver con la producción de coca o con el envío de cocaína a USA). Al destruir toda la oposición popular y las organizaciones campesinas y al desplazar a millones de colombianos, Uribe logró empujar a las FARC hacia regiones más remotas. Al igual que había hecho en el pasado, Marulanda asumió una estrategia de retirada táctica defensiva, abandonando territorio para proteger la capacidad de lucha de los guerrilleros en el futuro.
A diferencia de otros movimientos guerrilleros, las FARC no recibieron ningún apoyo material del exterior: Fidel Castro repudió públicamente la lucha armada y buscó lazos diplomáticos y comerciales con gobiernos de centroizquierda e incluso mejores relaciones con el brutal Uribe. Después de 2001, la Casa Blanca de Bush etiquetó a las FARC de "organización terrorista", presionando a Ecuador y Venezuela para que restringiesen los movimientos fronterizos de las FARC en busca de abastecimientos. El "centroderecha" de Colombia se dividió entre los que prestaban un "apoyo crítico" a la guerra total de Uribe contra las FARC y los que protestaban infructuosamente contra la represión.
Es difícil imaginar que un movimiento guerrillero pueda sobrevivir frente a una financiación tan masiva de la contrainsurgencia, un cuarto de millón de soldados armados por el imperio, millones de desplazados de sus tierras y un presidente psicópata vinculado directamente con una cadena de 35.000 miembros de escuadrones de la muerte. Sin embargo, sereno y resuelto, Marulanda dirigió la retirada táctica; la idea de negociar una capitulación nunca se le pasó por la mente, ni a él ni a la cúpula de las FARC.
Las FARC no tienen frontera contigua con un país que lo apoye, como Vietnam la tenía con China; tampoco goza, como Vietnam, del suministro de armas de la URSS ni del apoyo masivo internacional de los grupos occidentales de solidaridad, como los sadinistas. Vivimos en una época en la que apoyar a los movimientos campesinos de liberación nacional no está "de moda"; en la que reconocer que el genio de líderes campesinos revolucionarios que construyen y mantienen la auténtica masa de los ejércitos populares es tabú en los pretenciosos, locuaces e impotentes Foros Sociales Mundiales, cuyo "mundo" excluye regularmente a los campesinos militantes y para los que "social" significa el constante intercambio de mensajes electrónicos entre fundaciones financiadas por ONG.
Es en este ambiente tan poco prometedor frente a las pírricas victorias de los presidentes de USA y Colombia donde podemos apreciar el genio político y la integridad personal de Manuel Marulanda, el más grande campesino revolucionario de América Latina. Su muerte no generará afiches o camisetas para estudiantes universitarios de clase media, pero vivirá eternamente en los corazones y las mentes de millones de campesinos de Colombia. Se le recordará siempre como "Tirofijo", un ser de leyenda al que mataron una docena de veces y, a pesar de ello, regresó a los pueblos para compartir con los campesinos sus vidas sencillas. Tirofijo fue el único líder que era realmente "uno de ellos", que durante medio siglo se enfrentó al aparato militar y mercenario yanqui y nunca fue capturado o derrotado.
Los desafió a todos en sus mansiones, sus palacios presidenciales, sus bases militares, sus cámaras de tortura y sus burguesas salas de redacción. Murió de muerte natural, después de sesenta años de lucha, en los brazos de sus queridos compañeros campesinos.
¡Tirofijo, presente!

El sociólogo James Petras nació en Boston el 17 de enero de 1937, de padres griegos, originarios de la isla de Lesbos. Ha publicado más de sesenta libros de economía política y, en el terreno de la ficción, cuatro colecciones de cuentos.

El escritor y traductor español Manuel Talens es miembro de Cubadebate , Rebelión y Tlaxcala , la red de traductores por la diversidad lingüística. En mayo de 2008 ha aparecido su libro de ensayos Cuba en el corazón.

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y la fuente.

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sábado, 10 de mayo de 2008

A Álvaro Uribe le urge una guerra

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nota del sociólogo mexicano José Steinsleger en La Jornada


José Steinsleger

En lo que resta de su mandato, el inquilino de la Casa Negra intentará ejecutar, por todos las vías, un par de fuertes jugadas políticas: el derrocamiento del presidente boliviano Evo Morales, y el sostén a ultranza del gobernante narcoparamilitar Álvaro Uribe Vélez, jefe de jefes de la mafia colombiana.

Apolinar Díaz-Callejas, eminente jurista internacional, calificó de "tremenda" y "nunca antes vista" la situación del país sudamericano. No es para menos: 33 legisladores oficialistas tras las rejas, 70 más investigados por la justicia, y un presidente con "84 por ciento de popularidad" según Mitosfky, encuestadora gringa que amerita su nombre.

Recordemos a Luis Guillermo Giraldo, ex embajador de Colombia en México, cuando muy ofendido observó que no era cierto lo afirmado por este articulista al decir que tres cuartas partes del Congreso de su país estaban integradas por diputados y senadores vinculados con los cárteles del narcotráfico y los paramilitares (El Correo Ilustrado, 8/7/06).

Respetuoso de la investidura diplomática como soy, pensé que mis fuentes habían sido manipuladas por Amnistía Internacional, Human Rights Watch y la mala vecindad. Pero luego supe que el 2 de enero de 2005, viajando en su automóvil por Insurgentes, de sur a norte, don Luis dio una vuelta prohibida a la izquierda y chocó contra el Metrobús.

El caballero acabó en el hospital y, a causa del accidente, una joven de la embajada asegura que su jefe quedó mal de la cabeza. "Por todos lados creía ver colaboradores de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC)", me dijo. En noviembre de 2006, Giraldo fue remplazado por el señor Luis Camilo Osorio.

Ideólogo de la "seguridad democrática", Osorio es un firme partidario del drama uribista: plomo más motosierras, con telón de fondo de miles de campesinos que lloran a sus familiares masacrados, y cerca de 4 millones de desplazados. El fiscal general de 2001 a 2005 ha sido acusado de encubrir masacres, ejecuciones extrajudiciales, e inhumaciones clandestinas de cientos de personas. Pero ya el colega Carlos Fazio se ocupó del señor embajador en un artículo donde se detallan sus patrióticos servicios a Colombia (La Jornada, 17/6/07).

En noviembre pasado, la presidenta de la Comisión de Derechos Humanos del Senado, Rosario Ibarra de Piedra, solicitó al gobierno federal el retiro del plácet al susodicho embajador por "coordinar las actividades en México de agentes colombianos encubiertos".

Y vea usted. El 10 de abril apareció en un periódico capitalino un reportaje a plana entera, intitulado con grandes letras que decían: "Ubican a dirigente sindical como el nexo con las FARC". Naturalmente, las fuentes del estoico chayotero que firma el brulote provenían de la famosa computadora atómica de Raúl Reyes, el abatido comandante de las FARC. ¿Quién era el vínculo con el tal "dirigente sindical"? ¡Acertó! Rosario Ibarra de Piedra…

Indiferente frente a lo que le espera en los tribunales de justicia de su país, Osorio acaba de enviar al doctor José Narro, rector de la UNAM, una carta en la que con la insolencia propia de quien ignora las generales de la ley, le sugiere dirigir su condena a la presencia de estudiantes mexicanos en el campamento de las FARC, y no al presidente Uribe.

En días pasados, la justicia colombiana ordenó la captura de Mario Uribe Escobar (primo hermano y socio del narcopresidente), ex titular del Senado y fundador del partido Colombia Democrática, base de sustentación parlamentaria del régimen terrorista.

El primo se refugió en la embajada de Costa Rica y pidió asilo diplomático. Pero el Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado (Movice) se trasladó al lugar y, acompañado de mariachis, le cantó: Estás que te vas, y te vas, y te vas, y no te has ido…

La cancillería del presidente Oscar Arias hizo saber que consideraba improcedente la solicitud del prófugo. "La histórica institución del asilo no debe ser desvirtuada", precisa el comunicado. Simultáneamente, el curul del mafioso era ocupado por el senador Ricardo Elcure Chacón, cosa que llevó a que la justicia ordenase la inmediata captura del suplente, y así sucesivamente con otros criminales del "paramilitarismo democrático".

Apolinar asegura que la alianza familiar y política del sátrapa "… marcha a toda velocidad hacia el abismo y el caos de la administración pública por el poder que con ella tienen los paramilitares, parapolíticos y narcotraficantes" (Argenpress, 23/4/08).

Sus predicciones distan de ser simples deseos. Tal como en Saturno devorando a sus hijos, el estremecedor óleo de Goya, el bloque legislativo paramilitar que sostiene al régimen más asesino de la historia colombiana se resquebraja sin solución de continuidad. Acorralados por la Corte Suprema, sus integrantes empiezan a destrozarse recíprocamente.

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miércoles, 23 de abril de 2008

TIEMBLA URIBE VELEZ

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"PODRÍA TERMINAR COMO FUJIMORE", dicen analistas
TIEMBLA URIBE VELEZ, LA JUSTICIA LE PISA LOS TALONES. SU PRIMO MARIO URIBE PIDIO ASILO EN LA EMBAJADA DE COSTA RICA

Mario Uribe, un primo del presidente de Colombia, pidió asilo político en la embajada de Costa Rica en Bogotá después de que se emitió una orden de arresto en su contra dentro de la investigación de la "para-política".

Alvaro Uribe Vélez
Álvaro Uribe y su primo Mario Uribe han hecho política juntos por más de dos décadas.

El presidente colombiano Álvaro Uribe está pasando por una prueba de fuego: la orden de detención emitida por la Fiscalía contra su primo y socio político, Mario Uribe Escobar, por presuntos nexos con los paramilitares de derecha.

Todo ocurre en momentos en que la favorabilidad del presidente colombiano es la más alta de América Latina y llega al 84%.

No se sabe si la orden de captura contra el ex senador Mario Uribe se hará efectiva, pues éste ingresó a la sede de la embajada de Costa Rica en Bogotá y pidió asilo político, según confirmó uno de sus abogados.

Por ahora, otros 32 legisladores y ex legisladores ya están tras las rejas por el escándalo de la "para-política", 30 más son investigados por la Corte Suprema y por la Fiscalía General, y uno más fue absuelto.

La gran mayoría de los congresistas y ex congresistas presos e investigados por la "para-política" hacen parte de partidos que integran la coalición que apoya al presidente Uribe en el Congreso.

Por eso, muchos se preguntan qué tanto afectará la decisión contra Mario Uribe al presidente colombiano, quien llamó personalmente al presidente de la Corte Suprema de Justicia el día en que ese tribunal ordenó investigar a su primo.

¿Se profundiza la crisis?

Mario Uribe Escobar
32 legisladores y ex legisladores ya están tras las rejas por el escándalo de la 'para-política'.
Otros analistas le dicen a BBC Mundo que, adicionalmente, la orden de detención de Uribe profundiza la crisis política producida por la "para-política".

En la última semana dos importantes aliados del presidente Uribe, la presidenta del Senado, Nancy Gutiérrez, y el presidente del Partido de la U, Carlos García, comenzaron a ser investigados por la Corte y un tercero, el senador Ricardo Elcure, fue detenido para que rinda indagatoria.

Cuando se conoció la apertura de una investigación preliminar contra la presidenta del Senado, el presidente Uribe le pidió a la Corte que actúe con "objetividad".

Ahora la decisión tomada por la Fiscalía contra su primo es un golpe durísimo para el presidente, en lo personal y en lo político.

Además de parientes, Álvaro y Mario Uribe han hecho política juntos desde hace más de dos décadas en el departamento de Antioquia, en el noroccidente de Colombia, donde el actual presidente fue gobernador y congresista.

Los dos fundaron el partido Colombia Democrática, al cual sigue perteneciendo Mario Uribe, quien renunció a su investidura de senador a finales de 2007 y pasó a ser investigado por la Fiscalía en lugar de la Corte Suprema.

Por el momento no hay consenso sobre las consecuencias que producirá la medida contra Mario Uribe.

"Responsabilidades individuales"

"Tiene un impacto político, pero no creo que termine salpicando al presidente, porque las responsabilidades penales son personales", declara a BBC Mundo Rafael Nieto Loaiza, quien fue viceministro de justicia en el primer gobierno de Uribe.

La decisión judicial "profundiza de manera muy grave la crisis, porque toca a aliados muy cercanos del gobierno
Rafael Pardo Rueda, ex ministro liberal

En cambio, el columnista Ramiro Bejarano, de El Espectador, cree que esta orden de detención "afecta gravísimamente (al presidente), porque abre las puertas para que se revise todo su pasado político. Y el presidente tendrá que salir a dar explicaciones".

También en declaraciones a BBC Mundo, Rafael Pardo, ex senador y ex ministro del opositor Partido Liberal, sostiene que la decisión judicial "profundiza de manera muy grave la crisis, porque toca a aliados muy cercanos del gobierno".

Según Pardo, la decisión se produce en momentos en que "el gobierno ha intentado desviar la atención, proponiendo reemplazar a la Corte Suprema (por un nuevo organismo judicial)" dentro de un proyecto de reforma política.

El analista León Valencia, director de la Corporación Nuevo Arco Iris, le dice a BBC Mundo que la orden de captura contra Mario Uribe es "la prueba máxima para el presidente".

"Uribe tiene que decidir si apoya estos procesos judiciales y se desliga de los políticos involucrados en las investigaciones o si, como ocurrió con Alberto Fujimori, en 1992, decide revocar a la Corte Suprema cuando en realidad la crisis está en el Congreso", añade Valencia.

Uribe tiene que decidir si apoya estos procesos judiciales y se desliga de los políticos involucrados en las investigaciones o si, como ocurrió con Alberto Fujimori, en 1992, decide revocar a la Corte Suprema cuando en realidad la crisis está en el Congreso
Leon Valencia, analista político

El experto cree que Uribe está en ese dilema mientras tiene una alta favorabilidad en Colombia y es observado por la comunidad internacional.

Pero el senador Armando Benedetti, quien hace parte de la coalición que apoya a Uribe, declara a BBC Mundo que "más que afectar al presidente, esta decisión (la orden de detención contra Mario Uribe)significa que gana el Estado de Derecho, porque demuestra que hay garantías para investigar a todo el mundo, no imponga quién sea".

¿Crisis de gobernabilidad?

El ex ministro Carlos Caballero Argáez, director de la Escuela de Gobierno de la Universidad de los Andes, advierte que lo más preocupante es que "la crisis política se puede volver una crisis de gobernabilidad".

Y explica que el arresto de varios congresistas está afectando el quórum que necesita el Congreso para debatir algunos proyectos de reforma constitucional o de ley.

A todas esas preguntas se une otra más: ¿Qué pasará con la iniciativa que busca una segunda reelección de Uribe?

El ex candidato presidencial y presidente del opositor Polo Democrático Alternativo, Carlos Gaviria, le dice a BBC Mundo que "ahora Uribe buscará otra reelección para garantizar su inmunidad".

Pero Rafael Pardo no lo cree posible, por los cuestionamientos que hay sobre el actual Congreso. "Sería el Guiness récord del cinismo".

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origen viciado de la reelección presidencial

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LA AUTOINCRIMINACIÓN DE YIDIS

La legitimidad impugnada

Pedro Medellín Torres. Columnista de EL TIEMPO.

origen viciado de la reelección presidencial

No necesariamente un gobierno popular es uno cuyo poder es legítimo.

Algún día tenía que pasar. La habilidad que el Gobierno había demostrado para desvirtuar pruebas o desviar la atención pública sobre hechos que lo cuestionaban resultaría insuficiente para contener la avalancha de acontecimientos. Ahora son las declaraciones de la ex congresista Yidis Medina, en las que acepta haber apoyado la reelección del Presidente a cambio de puestos en la administración pública. Es un reconocimiento de parte de lo que ha sido práctica de muchos años y recurso preferencial de este Gobierno: el ofrecimiento de cargos públicos a cambio de votos en el Congreso.

Medina describe bien su funcionamiento. Un congresista es invitado a desayunar en Palacio para acordar los apoyos a los proyectos presentados por el Gobierno. En principio se resiste, buscando obtener la mayor cuota posible. Pone al ministro del ramo y a sus jefes políticos a perseguirlo, hasta que obliga al Presidente a que lo llame para asegurar su participación burocrática en el Gobierno. Claro, el cumplimiento depende del congresista y de la influencia que tenga en Senado o Cámara.

El problema está en que para el caso de Yidis Medina lo que se jugaba era, ni más ni menos, la reelección presidencial. No sólo se trata de la implicación simbólica que tiene para la ética pública de un país el que un presidente invoque la lucha contra la politiquería y la corrupción, pero, para mantenerse, recurra a los favores de una dirigente política que fue concejal de Barranca por el Partido Liberal, candidata a la alcaldía de su municipio con el aval del cura Hoyos y, como congresista, vota argumentando que "me debo al Partido Conservador, que apoya la reelección". Se trata, sobre todo, de una gravísima implicación política e institucional que tiene la declaración: la autoincriminación de Medina (en acuerdos que configuran los delitos de cohecho y tráfico de influencias) impugna la legitimidad del poder que sustenta el gobierno de Álvaro Uribe.

Es evidente que un poder que se origina en una negociación espuria de favores está viciado desde su origen. Y no puede ser corregido ni siquiera por la más abrumadora de las popularidades.

Un gobierno popular no es necesariamente uno cuyo poder sea legítimo. La legitimidad no nace de la popularidad. Nace del apego a las normas, no de su violación. Es a partir del respeto a las leyes y las reglas del juego político como, con sus acciones, los gobernantes van construyendo su legitimidad. Es decir, van logrando transformar la obediencia en adhesión. Pero cuando la adhesión se logra a cambio de favores, la legitimación se degrada a una simple compra de conciencias, individuales o colectivas. Y cuando eso ocurre, la política se reduce a una práctica de extorsiones cruzadas en donde todo se compra o vende al mejor postor y la función de gobernar deja de ser la de conducir a las sociedades y los Estados para quedar sometida a la administración de intereses.

Quizás Uribe y su gobierno argumenten que, como dijo Maquiavelo, "la acción política inmoral sólo se justifica cuando tiene por finalidad la salvación de la patria". Sin embargo, es evidente que la salvación de la patria no debe hacerse a costa de quebrar los fundamentos que la sostienen: el derecho y las instituciones políticas. El problema radica en que un poder surgido de una negociación espuria establece lazos que difícilmente se pueden romper y complicidades imposibles de erradicar. El resultado es que quienes ayudan a que alguien ejerza el poder se sienten con derechos para exigir una retribución a su esfuerzo. Quizá por eso hemos tenido que ver cómo proyectos de ley que parecían sepultados, de un momento a otro resultan aprobados por bancadas que apenas unas horas antes se resistían a hacerlo.

Algún día alguien contará cómo se aprobaron las reformas tributarias y las reformas de las transferencias o del régimen pensional.

La crisis llegó a la cúspide de los poderes públicos. Ya no sólo el Congreso está marcado por la ilegitimidad. Ahora es el propio Gobierno el que tiene su legitimidad impugnada.

Pedro Medellín Torres

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domingo, 30 de marzo de 2008

Coqueteando con el fascismo

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"Coqueteando con el fascismo", nota editorial de El Turbión sobre la política de Uribe Vélez

En el país se vive un ambiente de tensión en varios sectores políticos de oposición y esto no ocurre, precisamente, por la veracidad de la tenencia de los computadores de las FARC y el ELN, sino por los documentos que se pueden fabricar en éstos. Después de una marcha capitalizada en contra de las FARC –y promovida por los empresarios–, la muerte de Raúl Reyes, el conflicto con Ecuador y Venezuela, la forma en la que murió Iván Ríos, además de la colecta de firmas para permitir a Uribe ser reelegido, la opinión pública sólo sabe ver por los ojos de un presidente de carácter guerrero y mesiánico. Pero las cosas en Colombia están lejos de ser una embarcación con vientos a favor: el patriotismo hecho espectáculo público no permite ver el asesinato de 7 dirigentes sociales y las amenazas a 28 personas y organizaciones más, después de la marcha del seis de marzo; el robo y apropiación de tierras por parte de grandes empresarios, como en el caso de Carimagua; un congreso en el que hay una importante representación de la cuota parapolítica, además de un presidente que tiene relaciones muy cercanas con el narcotráfico y el paramilitarismo. El problema, sin embargo, no es la perpetuación de Uribe en el poder, sino la aceptación y apropiación de un discurso supuestamente nacionalista que ha cambiado la apatía por un reconocimiento de una paz armamentista y en la cual la sociedad civil valida la pena de muerte.

Seis años lleva el presidente Uribe en el poder, lo que constituye uno de los grandes logros de empresarios y narcotraficantes que se lucran de la guerra, la explotación laboral y la tenencia de tierra a través del desplazamiento. Su primer periodo presidencial se fundamentó en una guerra a la subversión, pero los resultados no fueron muchos, a excepción de las caravanas militarizadas que ofrecieron la ilusión de viajar por los territorios antes vedados. Mientras tanto, los paramilitares tomaban zonas a sangre y fuego y operaban libremente por el país, en acciones conjuntas con militares. Para la primera reelección, el presidente usó como bandera la reinserción de los paramilitares para emular el ejemplo de Pastrana con las FARC y, con el apoyo irrestricto de su bancada parlamentaria y de los gobiernos locales a su servicio –muchos de ellos implicados en este momento en los procesos de la parapolítica–, logró mantenerse en el poder. Ahora que la situación económica del país es más crítica, revive su postura inicial, la guerra al secuestro y a las FARC, capitalizada desde la muerte de Raúl Reyes y el conflicto con Ecuador y Venezuela.

Es claro que el lanzamiento de la campaña de la segunda reelección fue el 4 de febrero. La movilización realizada esa fecha fue un evento que preparó a las personas para el ataque militar que violó la soberanía nacional del Ecuador, en el que se traspasaron 18 kilómetros de frontera y no dos, como circularon algunos medios. Además, Chávez aumentó la popularidad del gobierno de Uribe al interior del país, gracias a sus permanentes intervenciones y respuestas a cualquier pronunciamiento de éste. Lejos estaba la postura de Correa, quien supo manejar la situación y presionar diplomáticamente para frenar cualquier intención de generar una guerra regional.

De esta manera, Uribe, a mitad de su segundo periodo presidencial, está en su mejor momento, gozando de una popularidad que lo revindica como la solución a los problemas de la nación, ya que ha sabido ubicar como chivo expiatorio de los males de Colombia a la subversión, a otros países y a toda postura de izquierda, distrayendo a la opinión pública y propiciando ideas intolerantes, enemigos creados y un nacionalismo simplón, pero efectivo. De esta manera, asegura la segunda reelección con una estrategia similar a la usada para su segundo mandato: acercar inicialmente el tema al manifestar no estar interesado en una reelección por el bien de la democracia, para luego presentar un acto fabuloso que demuestra que él es necesario, primero con la reinserción, ahora con el golpe a las FARC y el conflicto con Ecuador y Venezuela.

Sin embargo, el ataque en Ecuador responde a intereses que van más allá de fines electoreros o tácticos en contra de la guerrilla. Para Estados Unidos, gran amigo del presidente, es importante controlar el comercio con China en la cuenca del pacífico, lo que compromete a cuatro países andinos: Ecuador, Colombia, Perú y Chile, además de seguir controlando un país que es vital políticamente en Latinoamérica, debido a la avanzada de izquierda que se manifiesta en estas latitudes. Muestra de esto son los aproximadamente 4.000 asesores militares norteamericanos que, según fuentes consultadas por el Periódico El Turbión, habrían ingresado unos 10 días antes del ataque en suelo ecuatoriano a la base de Larandia en Caquetá, emplazamiento que empieza a servir como reemplazo a la base aérea de Manta en Ecuador, y los numerosos efectivos militares colombianos que, de igual manera, se desplazaron a los cascos urbanos más cercanos a las zonas de frontera en departamentos como La Guajira, Nariño y Putumayo. Desestabilizar una región para lograr el control que se necesita sobre ésta es una vieja táctica estadounidense, que convierte fácilmente a amigos en enemigos con el fin de afianzar el control militar y económico.

El espectáculo que enmascara la realidad del país está ocultando la miseria que se vive en el campo y en las calles, por culpa de la guerra y el desplazamiento forzado. El show mediático que se ha originado después del ataque en Ecuador y la marcha del 4 de febrero mantiene a la gente en una euforia patriótica que propicia el creer en la paz armada, en la falsa desmovilización de los paramilitares y obnubila, consagrando la imagen de una suerte de Mesías, grande, fuerte y noble, mientras desaparece las discusiones sobre la tasa de desempleo, la caída de la bolsa colombiana, la crisis del dólar, la acumulación de tierras por parte de unos pocos y los asesinatos selectivos. La opinión pública, desinformada y maravillada con resultados espectacularizados, junto con el vértigo noticioso de más hallazgos en los computadores y de las supuestas capturas y asesinatos de comandantes de las FARC por parte de sus subalternos, se acerca a una aceptación taimada del asesinato. La captura o validación de información pasan a segundo plano y la obscena observación frente a un asesinato pasa del 'por algo sería' a la perversa aseveración del 'se lo merecía'.

De esta manera, se está consolidando la aceptación del fascismo por parte del pueblo colombiano, con el fin de sostener un gobierno que, al igual que en los años de dictadura en Chile, permita y encabece el abuso y el asesinato. Una de las características de una administración de este estilo es concentrar el poder en el Ejecutivo mientras la gente apoya sus consignas llenas de patriotismo, distracción útil que le conviene a las grandes multinacionales y a los empresarios monopolistas locales, que acumulan más poder a medida que el grueso de la población se reduce a mano de obra barata desinformada. El resultado es nula participación democrática y una dictadura comprada por el mismo pueblo. De seguir en rumbos de paz con sinónimos de arrasamiento, como la pax romana que propone Uribe, Colombia seguirá andando en círculos de violencia y comprando distracciones: lejos de una paz conciliada que proponga formas de reconocimiento y de responsabilidades políticas que le den salidas viables al desempleo, a la repartición de la tierra, al reconocimiento debido a indígenas, afrocolombianos y campesinos, y al empoderamiento de la sociedad en las decisiones de la política interna y externa del país. Es decir, de seguir en un rumbo guerrerista, las decisiones seguirán siendo tomadas por parte de tecnócratas que no entienden las realidades concretas de miseria que se viven en el país y se profundizará la venta de recursos naturales, las políticas neoliberales, la expropiación de las tierras y el sometimiento a no pensar diferente, a obedecer un gobierno milagroso que defiende al país de enemigos internos y externos, aunque éstos sean fabricados en las oficinas de propaganda de Palacio o de los grandes medios de comunicación.

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sábado, 29 de marzo de 2008

Un libro imprescindible sobre Colombia

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José Manuel Martín Medem

La República

Dejen todo lo que estén leyendo y busquen inmediatamente el libro de Hernando Calvo Ospina COLOMBIA, LABORATORIO DE EMBRUJOS que ha publicado Ediciones Foca.

Su lectura es la mejor manera de comprender lo que significa la doble presidencia de Álvaro Uribe como destilación del terrorismo de Estado bajo el control de Estados Unidos en defensa de la oligarquía más miserable de América Latina que ha empobrecido a la inmensa mayoría de los colombianos. Les anticipo unas ráfagas:

> Con la Ley de Defensa Social (1928),Colombia adelantaba a EEUU en el combate contra el enemigo interno.

> La política criminal de la CIA comenzó en 1948 con el asesinato en Bogotá del candidato presidencial Jorge Eliécer Gaitán. Surge entonces la guerrilla campesina como autodefensa y el ejército organiza a los paramilitares con las instrucciones de EEUU y la financiación de latifundistas y ganaderos.

> En 1956 (¡en Benidorm!) conservadores y liberales se reparten Colombia mediante el pacto del Frente Nacional.

> La Escuela de Lanceros, especializada en guerra contrainsurgente, se organiza en Colombia (1959) ¡cuatro años antes que la criminal Escuela de las Américas!

> Colombia ocupa la vanguardia en la aplicación del terrorismo de Estado a partir de la Doctrina de la Seguridad Nacional elaborada en Washington con la experiencia acumulada por los militares franceses, en las guerras colonialistas de Indochina y Argelia,y por los nazis acogidos en Estados Unidos. La contrainsurgencia se convierte en política de Estado como estrategia de seguridad nacional a partir de 1962.

> Con la Ley de Seguridad Nacional "se consolida una estructura estatal ideada y concebida para el ejercicio sistemático de la violencia como forma de hacer política"

> Con los presidentes Alfonso López Michelsen y Julio César Turbay Ayala (Estatuto de Seguridad Nacional), "las Fuerzas Armadas tomaron el poder en Colombia". Se establece la tortura como "mecanismo institucionalizado para los interrogatorios". Se criminaliza "toda práctica de oposición política y todo tipo de protesta social".

> Con el presidente Belisario Betancur (el amigo de PRISA en Colombia) se estableció la guerra sucia como política de Estado: "se institucionalizaron las 'desapariciones' y las ejecuciones sumarias". La CIA participa en la preparación de escuadrones de la muerte organizados por las Fuerzas Armadas en alianza estratégica con las mafias del narcotráfico.

> La guerra sucia provoca un "aterrador baño de sangre" bajo la presidencia de Virgilio Barco (1986-1990).

> El paramilitarismo está incrustado en el corazón y cerebro del Estado colombiano.

> La criminalidad política durante la presidencia de César Gaviria supera a todas las dictaduras militares de América Latina.EEUU le premió con la Secretaría General de la OEA.

> El presidente Samper (protegido por el felipismo del PSOE) "consolidó el paramilitarismo como política de Estado".

> El presidente Pastrana facilita el mayor crecimiento y despliegue de los paramilitares, además de profundizar la política neoliberal de Gaviria que empobrece a la inmensa mayoría de los colombianos.

> Según la Defense Intelligence Agency (DIA) de EEUU, "Álvaro Uribe trabajó con el Cartel de Medellín y fue un cercano amigo de Pablo Escobar".

> Un editorial del New York Times decía que la Ley de Justicia y Paz, con la que Uribe blanquea a los paramilitares,debería denominarse ley de impunidad para asesinos en masa, terroristas y grandes traficantes de cocaína.

> Un 10% de los colombianos concentra el 45% de la riqueza del país.

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